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“La vacuna contra influenza causa la enfermedad”
Sólo usa fragmentos del virus de la influenza; éstos no son capaces de generarla. Las vacunas ayudan a que el organismo desarrolle inmunidad al emular una infección que no la provoca y genera la producción de anticuerpos.
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“Es mejor enfermarse que vacunarse”
Cualquier tipo de infección por influenza puede implicar el riesgo de sufrir complicaciones graves, como la hospitalización o la muerte, incluso en niños y adultos sanos. Para obtener protección inmunológica, vacunarse es una opción más segura que correr el riesgo de enfermarse cada año (porque los virus cambian).
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“Si te vacunas, ya no te enfermas”
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La efectividad varía, y esto ocurre por dos factores: primero, las características de la persona a la que se le administrará (edad, estado de salud); segundo, la similitud entre los virus incluidos en ella y los que se circulan en la comunidad cada temporada.
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“No tiene tratamiento”
Hay uno específico con antivirales, pero está reservado para casos graves o personas con alto riesgo de complicaciones. La mayoría de las personas sanas que contraen influenza no necesitan ser tratadas con antivirales. En cambio, en aquellos que ya tienen una enfermedad previa de alto riesgo el antiviral puede marcar la diferencia entre una enfermedad leve o un cuadro más grave que podría necesitar hospitalización, por ejemplo la neumonía.
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“Los antibióticos la curan”
Estos se prescriben para combatir las infecciones bacterianas. Tanto influenza, como el resfrío, la mayoría de los dolores de garganta, la bronquitis aguda y muchos tipos de sinusitis e infecciones de oído son producidos por virus. Con antibióticos no se curará la infección producida por virus, ni se evita el contagio a otras personas. En cambio, pueden aparecer reacciones dañinas (por ejemplo, irritación gástrica) y contribuir a la resistencia a los antibióticos. Las bacterias se hacen cada vez más fuertes y no hay con qué combatirlas.
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“No es más que un resfrío fuerte”
Las infecciones por influenza son más severas, comienzan súbitamente y producen síntomas como fiebre, dolores musculares y articulares, escalofríos, dolor de cabeza, tos y dolor de garganta. Éstos obligan a permanecer en cama de dos a tres días.
Además, pueden complicarse y causar neumonía, bronquitis, otitis media, meningitis o encefalitis. En ciertos grupos, bebés y niños de hasta 8 años, embarazadas, personas mayores de 60 años de edad, personas con enfermedades previas como diabetes, problemas cardiovasculares, de las vías respiratorias, etc., el riesgo de complicaciones es mayor.
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“La vitamina C previene la enfermedad”
Muchos creen que consumiendo una cantidad diaria en frutas o bajo alguna forma farmacéutica estarán libres de la enfermedad, pero esto no está probado científicamente. Puede ser que una dieta sana, rica en vitaminas y minerales ayude a estar más saludable, pero no garantiza esos resultados.
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“Si se tuvo influenza al inicio del otoño, se está inmunizado”
No. En especial, si se pertenece a alguno de los grupos de riesgo para quienes está recomendada la vacunación anual. Como influenza es causada por diferentes virus y cepas de esos virus, es posible volver a contagiarse, así que la indicación es recurrir a la vacuna nuevamente.
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“Se produce por salir sin abrigo o tomar bebidas frías”
La única manera de contagiarse es haber estado expuesto al virus que la produce. Es cierto que la influenza estacional coincide con la temporada más fría del año, entonces las personas asocian las bajas temperaturas y el mal tiempo con la enfermedad, pero no están vinculados.
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“Las persona sanas no tienen que vacunarse”
Es verdad que la vacunación de rutina es prioritaria para embarazadas, personas con enfermedades crónicas y grupos de riesgo, pero cualquiera, aun sano, puede beneficiarse de la inmunización. Las guías actuales recomiendan que bebés, niños y jóvenes de 6 meses de edad hasta los 18 años; mujeres embarazadas o puérperas y las personas mayores de 50 años deberían recibir la vacuna cada año.